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La sombra es el estrecho pasaje, la ventana angosta cuya dolorosa constricción resulta inevitable para todo aquel que aspire llegar a la fuente más profunda. Uno debe aprender conocerse a sí mismo para poder saber quién es, porque lo que nos aguarda detrás de la puerta -es sorprendentemente- una ilimitada expansión llena de dudas hasta entonces desconocidas, que carece aparentemente de exterior e interior, de arriba o abajo, del bien o del mal”. Así describía Carl G. Jung -en su libro Collected Works- la sombra, esa parte inconsciente a la que no podemos contemplar directamente, como si se tratará de Medusa, pero que está presente en

las adicciones, los trastornos alimenticios, la depresión, la ansiedad, en enfermedades psicosomáticas como la fibromialgia y la colitis así como en la sensación de culpa desproporcionada -todas ellas conductas autodestructivas- también, toma forma en conductas destructivas como la infidelidad, la envidia, la mentira, el robo, el sarcasmo y la violencia verbal.

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    En la medida en que el Yo tiende a desarrollar los aspectos más fuertes de su personalidad y embellece a esta última, los aspectos más inadaptados para la sociedad, se desechan al inconsciente en donde van formando la sombra y no sólo se trata de aspectos socialmente negativos como los ya mencionados, sino que también pueden ser elementos socialmente catalogados como positivos, pero que el individuo y su medio rechazan. Así es como Connie Zweig, psicoterapeuta especializada en temas de espiritualidad y creatividad, comenta que la sombra contiene todo tipo de capacidades potenciales sin manifestar, cualidades que no hemos expresado o manifestado, podemos poner por caso aquel artista innato que destierra sus talentos para convertirse en el sueño de la familia de ser un abogado.

   Es necesario precisar que la sombra no forma parte de la imagen que tenemos de nosotros mismos, pero irrumpe a la vez que se oculta detrás de nuestros defectos corporales, en los remordimientos que tenemos y en todo aquello que nos genera vergüenza. Se muestra en los rasgos y conductas que nos molestan de otra persona y con los cuales reaccionamos desmedidamente, en aquellas conductas que nos parece imposible que las hayamos realizado. Acecha detrás de una conducta compulsiva que quiere llenar un vacío invisible.

    Por otro lado, William A. Miller, analista y escritor de Make friends with your shadow, pone a nuestro alcance algunos métodos eficaces para poder ver, de reojo, a nuestra sombra: 1. Solicitar la opinión o el consejo de los demás, 2. Examinar nuestros lapsus linguae (equivocaciones involuntarias que nos meten en líos, por ejemplo, quise decir emociona y termine diciendo traiciona) y los lapsus conductuales (como aquel que no para de reír ante una noticia que parece completamente ajena a esa reacción). 3. Analizar nuestras propias proyecciones -observar aquellas características que me alteran, me desagradan o me enojan, que observo en las acciones de las personas que me rodean, por mencionar algunas.

  Emprender esta marcha al mundo de la sombra tiene beneficios, pues entre más distancia exista entre el rostro visible y lo que tratamos de ocultar, mayor será la incapacidad para tolerar la sombra de los demás y la de nosotros mismos. Según Jolande Jacobi, analista jungiana, a nadie le gusta admitir su propia oscuridad, sin embargo, solemos proyectar sobre el mundo que nos rodea nuestros propios aspectos ignorados de nuestra alma, sin saber que la sombra solo se convierte en algo hostil cuando la ignoramos.

¿Qué has depositado tú en tu sombra?

Hasta el próximo leencuentro.

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