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¿Y si llego tarde? ¿Qué tal que es demasiado temprano? ¿Le caeré bien? ¿Qué haré si no me alcanza? estas y otras muchas preguntas se hace una persona que esta dominada por sus preocupaciones.

Wayne Dyer, en su libro Tus zonas erróneas comenta que la preocupación es el sentimiento que te inmoviliza en el presente por cosas que pueden llegar a suceder en el futuro y gran parte de este sentir se da en aquellos aspectos en los que no se tiene ningún control, pero es muy común pensar que si uno se preocupa puede prevenir o resolver cualquier problema que se presente. Sin embargo, este autor la denomina como un sentimiento inútil ya que si un problema tiene solución es inútil preocuparse y si no lo tiene, también lo es. El problema es que, en la gran mayoría de las ocasiones, la mente gana al convencerte de que te estas ayudando al reflexionar y preocuparte, depositándote en un bucle interminable.

Cinco diferencias que ayudan a nuestra salud mental

La preocupación se arma de un conjunto de pensamientos negativos repetitivos que nos pueden mantener en la inacción -más que orientarnos a la resolución del problema-, a su vez la rumiación de ideas modifica nuestro estado de ánimo y se vuelve muy difícil distinguir formas útiles de pensar acerca de esos factores estresantes de aquellas que no benefician. Probablemente por eso los términos de ansiedad y de preocupación se utilizan como sinónimos, aunque generen estados psicológicos distintos y tengan características diferentes.  Veamos las diferencias más importantes:

  1. La preocupación es específica, la ansiedad no puede serlo.

Nos preocupa llegar a la quincena o llegar tarde por los hijos; nuestro cerebro naturalmente detecta la amenaza y establece el peligro. La ansiedad no tiene ese referente claro.

  1. La preocupación tiende a ser un estado temporal, la ansiedad perdura.

Una vez pasada la amenaza, nuestra preocupación disminuye y desaparece, a diferencia de la ansiedad que puede persistir por largos períodos de tiempo y brincar de un foco a otro (por ejemplo, una semana nos sentimos ansiosos por nuestra salud, luego por la muerte, posteriormente por el trabajo y por la calidad de relación con mis padres).

  1. La ansiedad afecta nuestro desempeño cotidiano en lo laboral y en lo personal, la preocupación no.

Aunque pudiéramos tener alguna preocupación que nos dure algunas horas, la realidad es que nadie deja de hacer cosas por mantenerse preocupado. La ansiedad en cambio, nos hace sentir tanta inquietud que es casi imposible concentrarse en una tarea en específico. Personas con ansiedad relatan que solo piensan en que están a punto de volverse locos, esperan que el corazón duela o les de un infarto o que el medicamento les hará más mal o los va volver adictos…

  1. La ansiedad se siente en todo el cuerpo

Dado que la ansiedad implica la activación del sistema endocrino generando adrenalina y noradrenalina a corto plazo y generando cortisol a mediano y largo plazo es común que existan reacciones en todo nuestro cuerpo como las cefaleas, diarrea, náuseas, taquicardias, falta de aire, sudoración fría. La preocupación se centra en nuestros pensamientos.

  1. La preocupación, paradójicamente, puede rebajar la ansiedad.

La preocupación tiene un impacto directo sobre la ansiedad, en concreto sobre el tono vagal que incluye los latidos del corazón y la respiración. Según el artículo “Avoidance Theory of Worry and Generalized Anxiety Disorder” muchas veces los sujetos con trastorno de ansiedad generalizada, al preocuparse de sucesos muy poco probables, rehúyen hacerlo de problemas acuciantes a los que no quieren o no pueden enfrentarse. Si se preocupan porque es posible que caigan enfermos de algo, no les quedará tiempo para pensar que las relaciones con su pareja o con sus hijos no son agradables. Se evita así la experiencia de la ansiedad al preocuparse de problemas menores para no afrontar aquellos que causarían mayor ansiedad.

Ahora bien, si después de todo esto deseas dejar tus preocupaciones de lado, existen diversas técnicas que pueden ser de utilidad, entre ellas hay una utilizada en el mindfulness, en la cual, imaginas que tus preocupaciones son como burbujas estallando en el aire, o como hojas flotando en un arroyo. Otra herramienta práctica es describir el problema con gran detalle y a continuación colocar los escenarios que crees que pueden suceder, esta forma de lidiar con la preocupación nos ayuda a ver objetivamente el problema y poder darnos cuenta si acaso lo estamos exagerando.

Una más, aunque más conductual, es la práctica de detener el pensamiento, para ello es necesario auxiliarnos de una liga que colocaremos en la muñeca; la idea es darnos un pequeño ligazo cuando iniciamos a generar pensamientos sin control. El objetivo de este último ejercicio es que el cerebro asocie la preocupación con el dolor que nos causa la liga y de esta forma irlo graduando.

Por otro lado, la ansiedad a la que aquí nos referimos es un trastorno que disminuye mucho la calidad de vida, por lo general tiene un buen pronóstico, pero requiere de la intervención de un equipo interdisciplinario. Si es tu caso, te recomendamos que te pongas en contacto con una persona psicóloga clínica que te guie en esta experiencia; en Mentalizarte nos ponemos también a tus órdenes.

Para finalizar, recuerda que el exceso de preocupación viene de los pensamientos, no podemos desterrar la preocupación puesto que es un indicador de cómo va fluyendo nuestra vida y cuáles son los criterios con la que le hacemos frente, una dosis controlada de ella nos resulta benéfica para adaptarnos a la situación (más que controlarla) y empezar a buscar la solución.

Hasta el próximo leencuentro.

Para saber más sobre el articulo al que se hace referencia, compartimos el enlace: https://psycnet.apa.org/record/2004-16375-004

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