Neurociencia
Caricias que sanan

Las caricias que vienen desde el amor hacen maravillas. Podemos ver cuando acariciamos un gato y este se pone a ronronear, si acariciamos un perro mueve la cola y se acerca más para que podamos seguir haciéndolo. Acariciamos un bebé y lo estimulamos con nuestro tacto y nuestro calor. Todo ello muestra que las caricias que sanan son un acto de amor y de reconocimiento.
La piel es esa gran frontera entre el mundo y yo, es sensible al cambio de la temperatura, a las texturas y puede sentir el ligero estimulo de un cabello cayendo sobre nuestro brazo.
El acto de acariciar es un ejemplo incluso de nuestra evolución. En tiempos de los homínidos, la comunidad se hizo imprescindible para sobrevivir; estar en comunidad implicaba estar seguro físicamente de depredadores o de guerras. La evolución cerebral también hizo posible el que la comunidad también implicara seguridad afectiva.