Muy viejo, demasiado gorda, demasiado inocente. Un padre terrible, una mala hija, una persona muy egoísta, desorientada, desconsiderada. En otras palabras, nunca lo suficientemente buena. Así es nuestro crítico interno.
La voz interior crítica es un punto de vista que interiorizamos temprano en la vida basado en las experiencias de la niñez. Puede representar la forma en que fuimos vistos por un cuidador o cuidadora influyente, particularmente en aquellos momentos en que esa persona no estaba en sintonía con nosotros. A medida que crecemos, asumimos estos puntos de vista negativos como propios y la voz interior comienza a funcionar como un padre disciplinario y autoritario que nos frena y nos mantiene en ese espacio que asume como nuestro lugar.
Cuando llegamos a la edad adulta, percibimos las opiniones negativas sobre nosotros y la voz interior crítica como parte de nuestra autopercepción.
Nuestra crítica está ahí cuando flaqueamos y cuando dudamos de nosotros mismos cuando experimentamos el éxito. Como manifestación del “anti-yo”, la voz interior crítica puede incluso sonar amistosa o tranquilizadora, ya que nos atrae a tomar acciones autolesivas y luego nos castiga por no estar a la altura de nuestras metas, por ejemplo: “¡Adelante! Toma ese segundo pedazo de pastel ¿qué le puede hacer a tu dieta”, “Quédate solo, estás perfectamente bien así”.
Cuanto más entregamos nuestro propio punto de vista y escuchamos los dictados de la voz interior, más poderosa se vuelve esta voz. Cuanto más nos entregamos a sentirnos como una mala persona y nos involucramos en comportamientos que apoyan esta creencia, más arraigada se vuelve la voz y más difícil es ponerla en duda y distanciarnos de su punto de vista.
Consecuencias de un crítico interno hiriente
Hay innumerables eventos que ocurren durante nuestra vida que nos causan dolor, tristeza y ansiedad reales: la muerte de un ser querido o amigo cercano, pérdida de un trabajo y de ingresos, una situación laboral imposible de sostener, el rechazo de alguna figura significativa, una enfermedad o discapacidad física. Aunque la vida está llena de situaciones reales que harían que cualquiera se sintiera mal (enojado, triste o ansioso) es la forma en que pensamos y damos sentido a estas experiencias lo que determina el efecto inmediato y continuo que tendrán en nosotros.
Muy a menudo, seguimos las directivas de la voz interior crítica sin siquiera darnos cuenta de que lo estamos haciendo. Está ahí cuando tenemos un mal día en el trabajo: “¿Ves? Ahí vas metiendo la pata otra vez. ¡Nunca conseguirás esa promoción!”
Por eso, toma gran importancia el identificar las voces internas críticas que influyen en los actos de abnegación, rendición y sumisión e identificar las voces internas críticas que nos influyen para estar solos y aislados. Estas circunstancias son un caldo de cultivo para el pensamiento autocrítico que conduce a la depresión.
¿Para qué sirve nuestro crítico interno?
El psicólogo Leon F. Seltzer – Author of Paradoxical Strategies in Psychotherapy-, refiere que nuestro crítico interno está ahí latigueándonos por miedo a que, si no lo hacemos, la desaprobación y el rechazo que parecen inminentes se convertirán en nuestra realidad; explica que cuando hacemos algo bien, simplemente respiramos aliviados de haber escapado de ser criticado o censurado, aunque este alivio sólo dure hasta que se presente la próxima expectativa y el próximo reto.
La vergüenza, a veces llamada “emoción maestra”, es la sensación de que no somos dignos, competentes o buenos. Golpearnos a nosotros mismos es una táctica preventiva para vacunarnos de la vergüenza externa. A veces, el mensaje es: “¡qué vergüenza que no seas la mejor, mejor no lo intentes, ya no lo hagas”.

La paradoja del crítico interno es que nos ataca y socava para protegernos de la vergüenza del fracaso. Para muchos, este es un vínculo que se remonta a una época en la que temían la desaprobación y el rechazo de sus padres o cuidadores. No es una coincidencia que las palabras de un crítico interno suenen a menudo como si provinieran de un padre autoritario: el crítico puede ser literalmente un eco de la voz de una figura paterna o materna, según sea el caso. Desde la psicología podríamos decir que es la voz internalizada que exige que siempre se haga más y mejor.
Controlando a mi crítico interno
Las personas con un fuerte crítico interno tienden a tener una cosa en común, por grande que sea su éxito, no sienten que sea genuino, lo que se ha denominado síndrome del impostor. Por lo tanto, pueden esforzarse más, con rendimientos decrecientes, impulsados más por el miedo al fracaso que por la inspiración o la verdadera motivación de llevarlo a cabo.
Pese a las ventajas que este conlleva, hay una cosa que el crítico interno no ofrece, espacio para el crecimiento. Con demasiada frecuencia, nos devuelve a una zona en la que nos encontramos a salvo, pero también atascados.
Como sugiere la investigación de Ethan Kross y Ozlem Ayduk[1], publicada en el 2017, la solución no es apagar al crítico, la mejor intervención puede ser responder a sus quejas desde una perspectiva distante, casi como si se tratase de otra persona. Esta técnica, denominada auto-distanciamiento, consiste en reemplazar el pronombre de primera persona del singular por el pronombre de la segunda persona, por ejemplo: Alma, lo que sucedió no es un reflejo de tus habilidades. Te sorprendió su pregunta durante la entrevista, pero ahora ya sabe de qué se trata.
Dicha técnica permite hacer una pausa, dar un paso atrás y pensar con más claridad y racionalidad como si le hubiera pasado a otra persona.
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https://www.bicaalu.com/tintero_digital/2018/bicablog_20181003.php
[1] https://academic.oup.com/scan/article/12/4/534/2739706
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