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Imagínate que estás en tu cocina, haz puesto a precalentar el horno y vas repasando la receta en tu mente. Tienes todo lo que necesitas. Vas poniendo las especias; inicias con la canela, la nuez moscada y un toquecito de vainilla, incorporas los frutos secos y de paso, te comes uno.rachael-gorjestani-154908-unsplash.jpg

Sigues las instrucciones al pie de la letra mientras estas pensando si quedará bien, si el tiempo en el horno será suficiente. Tu mente se pasa ahora al problema que se avecina del trabajo y la promoción que quieres. Salta, sin que lo notes, a las dificultades de la convivencia en casa, a si llegaran a tiempo para cenar, el pago de la tenencia y los ajustes económicos que vas a tener que hacer. ¿Dónde quedo la sensación de la canela en tu nariz? ¿Observaste cómo iban modificándose los colores cada vez que ibas agregando algo? ¿puedes recordar la textura?

Qué pasaría si, además, al servir ese platillo, este no supiera a nada. Supongo que sería desastroso pues no solo has invertido muchos ingredientes, también le invertiste tiempo y ¡ni siquiera se puede saborear!

Lo mismo pasa con la vida. En no pocas ocasiones actuamos como si estuviéramos en una especie de piloto automático contestando el teléfono, revisando correos, desayunando y pensando a qué hora será más conveniente salir para que el tráfico no entorpezca tus otras actividades del día. Pasamos muchos de nuestros días sin poner atención, sin estar verdaderamente atento, lo que implicaría que las respuestas a las preguntas mencionadas sería un no, o con suerte, algunos muy pocos detalles.

kaylah-otto-491988-unsplash  El estar verdaderamente atento implica deleitarte con cada experiencia que te regala la vida, implica observar la riqueza de lo que crees que es cotidiano, sin importancia, pero que es un ingrediente que conforma tu vida. Es ser consciente de que cada momento tiene un valor en sí mismo, aun cuando ese momento no parezca tener relación con nuestras preocupaciones mentales o nuestros objetivos.

Esta es quizá una de las razones por las cuales, monjes de distintas religiones, reconocen el valor espiritual que tiene la rutina. Regresemos a nuestro ejemplo, el tazón donde mezclábamos seguramente estaba más frío que nuestra mano, el movimiento de una y otra puede incluso hacer que el color de las palmas cambie ligeramente, el sonido que las paredes producen al hacer contacto con el metal del utensilio, el crujir de la bolsa de los frutos secos, el olor de la nuez moscada; todo ello es muestra de la enorme riqueza sensorial que, intrínsecamente, tiene un momento.  Una experiencia que solo se puede experimentar siendo conscientes del presente.  

Con lo anterior puedes notar lo diferente que es una experiencia física de las especulaciones que hace la mente. Quizá te sorprenda saber que este es el inicio de todo viaje espiritual: centrarnos en nosotros mismos para poder conocernos y aceptarnos, para dar y recibir el mismo amor que damos.

Si deseas iniciar con este recorrido (sin importar cuál elijas) es probable que, cuando inicies la rutina enfocada a ser consciente, sientas que vas contra reloj, que los pensamientos llegan amenazantes y sin control, que la tarea se te haga lenta o te frustres. No te preocupes, lo único verdaderamente importante es poner atención a todos tus sentidos.

Hasta el próximo leencuentro.

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