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Sombra de mujer con sombrero

El arquetipo de la sombra desde la Psicología Transpersonal.

Cuando pensamos en sombras, podemos pensar en su opuesto y definirla como aquello a lo que no da la luz y en el punto que nos ocupa, de forma simplista, argumentar que es aquello que la conciencia no es capaz de iluminar. En el modelo de la psique elaborado por Jung, la sombra es el complemento de nuestra conciencia, de la persona. Metafóricamente, se trata de la sombra proyectada cuando la luz de nuestra persona -aquella parte del ser que es expresada conscientemente-, se encuentra con la realidad más amplia de nuestro ser total.

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Trascender el ego

El concepto de ego, surge desde Freud (1980) cuyo desarrollo es entendido desde varias aristas: como parte del afianzamiento de la identificación sexual, el devenir de la personalidad hacia la madurez y la adaptación social. Suele ser entendido como la región del aparato psíquico que articula la normas y las imposiciones externas de indoles sociales y educativas, con los impulsos inconscientes.

Desde la perspectiva transpersonal, se entiende al ego como una representación condicionada por dependencias, apegos, interpretaciones y la promoción autorreferenciada de estas; dichas variables dan lugar a distintas manifestaciones como: consideración egocentrada de los objetos de identificación como algo propio, apreciación distorsionada y/o idealizada de los objetos del afecto, razonamiento fragmentario, inhibido o destructivo, desestimación de posturas divergentes a la propia, abundancia de juicios, resistencia e incomodidad ante cuestionamientos sobre su propia percepción e ideología, flexibilidad disminuida, adhesión a criterios de valor socialmente aceptables, ausencia de compromiso social, sensación de rechazo e incomprensión y conductas de validación.

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La virtud como el camino de la Trascendencia y la felicidad

Como muchas de nosotras sabemos, la trascendencia es un ir más allá de lo que está dado -a nivel de necesidades o a nivel del desarrollo personal o a nivel de los pensamientos o condicionamientos-, en la cual existe un elemento adicional que va acompañando este proceso: la virtud. Acorde al desarrollo de pensamiento aristotélico, la virtud es saber elegir el justo medio, regulado por la recta razón como lo haría un ser prudente. Macintyre (1987) hace referencia que, de manera categórica, la virtud es el intermedio entre los defectos y el exceso, requiriendo entonces el ejercicio deliberativo cuyo propósito es vivir bien.

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Aportes de la Psicología Existencial a la Psicología Transpersonal

La psicología existencial -a diferencia de la humanista-, no solo reconoce la valoración del potencial humano, también observa y señala las limitaciones y las fuerzas innatas dentro del Ser que llegan a ser destructivas. Teorizo sobre cómo debían introducirse los valores dentro el marco terapéutico y hablar sobre el sentido de vida, aprovechado el contexto histórico de la época; incorporar el existencialismo en la psicología se ha traducido como el esfuerzo por comprender al hombre eliminando la escisión entre sujeto y objeto que torturó el pensamiento y la ciencia occidentales como lo han evidenciado Wilber (1990) y May (2000).

Es importante señalar que el Existencialismo es una base filosófica importante para la Psicología Humanista y que a su vez, la Psicología Humanista (cuyo aporte versa en ver a la persona como un proceso perpetuo y siempre en construcción, en la potencialidad inherente de la persona para revolucionar su concepto de vida y la necesidad de observar al Yo de una forma más compasiva además de la tendencia del Ser hacia la autorrealización y la congruencia, la cual a su vez se vuelve una herramienta imprescindible para la Psicología Transpersonal en tanto esta conecte con la conciencia espiritual) es una base teórica importante para la Psicología Transpersonal, lo que hace que la conexión entre Existencialismo y Psicología Transpersonal sea necesaria para comprender una parte de las bases filosóficas de la corriente transpersonal.

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El viaje de Stanislav Grof

Teniendo en cuenta que la psicología occidental había partido de darle importancia a la personalidad y la comprensión de la psique, nadie se percató que la forma en que se quería comprender no era imparcial. El acercamiento, según Harner (1980) estaba ya formado en dos sentidos, de forma etnocéntrica -al haber sido promovido por el materialismo que ven las experiencias místicas y espirituales fuera de los criterios científicos-, y cognocéntrica -que tipifican y patologizan los estados alternos de conciencia por la mala interpretación de estos-, hasta Maslow quien noto que se había dejado de lado un aspecto importante: la espiritualidad humana y los productos que de esta dimensión emanan. 

Después de muchos años de estudio, de investigaciones y de la evidencia derivada de distintas observaciones, los estudios de Stanislav Grof dieron veracidad a las experiencias y a los estados no ordinarios de conciencia que disciplinas como el budismo Vipassana o el budismo Zen ya habían establecido. S. Grof (2009) llega a la conclusión de que el pensamiento dominante en psicología y psiquiatría debía sufrir una profunda revisión y modificación comparable solo a la sucedida en las primeras décadas del siglo XX con la transición de la física newtoniana a la teoría de la relatividad hasta la física cuántica (Grof, 1999).

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