Terapéutica del duelo, la visión de Worden

mujer llorando viendo un retrato

No existe ser consciente en este mundo que no tenga que pasar por la pérdida de alguien o de algo, algunas veces tan indecibles y tan dolorosas como la muerte de un hijo, otras esperadas, pero no por ello menos dolorosas como la pérdida de nuestros padres y abuelos o pérdidas que necesitan replantarse todo un capítulo de la vida como en el caso del desempleo o de un divorcio. Sea como sea, el duelo es algo que es parte de la vida y por ello es conveniente saber qué hacer.

El trabajo del Doctor en Psicología, William Worden, se ha convertido en una referencia en el tratamiento del duelo por cambiar el paradigma ya establecido y mostrar la vivencia del duelo como un proceso que no puede vivirse de forma pasiva.

El duelo, una experiencia individual

El duelo es un proceso personal e intransferible matizado por una serie de pensamientos y formas de abordar las emociones que pueden sumarle más dolor a la pérdida. En un inicio, como el propuesto por Freud, el curso del duelo tenía un criterio fijo de tiempo para llegar a la sanación; Kübler Ross (1969/2016) abordó el duelo como una experiencia vivida por etapas mientras que otros teóricos hablaban de fases del duelo en la que se contemplaba el estado de shock, la evitación, la asimilación y la acomodación como en el caso de la teoría de Neimeyer (2001/2013) aunque él si considera que el tiempo no lo cura todo y que es necesario accionarse ante el duelo.

Worden propone, a diferencia de estos autores, cuatro tareas en las cuales la persona doliente tendrá que llevar a cabo una serie de labores orientadas a avanzar en el proceso de integrar, en distintos niveles, a la persona que ya no está.

Las tareas propuestas por W. Worden son: aceptar la realidad de pérdida, experimentar las emociones que se desprenden de la pérdida, adaptarse a un nuevo entorno mediante la asignación de roles y recolocar emocionalmente a la persona fallecida para continuar viviendo. Por la sencillez psicopedagógica que tiene esta teoría es cada vez más común que sea el abordaje predilecto en casos de un sufrimiento intenso puesto que el objetivo que la terapia de duelo persigue es restablecer el equilibrio psicoemocional a través de trabajar elementos sentipensantes del doliente.  Detallaremos cada una de las tareas en el siguiente apartado.

Las tareas del duelo

  • Aceptar la realidad de la pérdida

Cuando alguien muere o la relación con alguien termina, cuando perdemos la salud, el empleo, nuestro compañero de cuatro patas, o cualquier otra cosa que sea importante aparece una sensación que nos invita a creer que eso no es verdad, como un mal sueño. En cierta forma, es común que la respuesta inicial ante este hecho sea de negación e incredulidad y es esperado que esta respuesta defensiva se mantenga algunos días con discursos como “todo volverá a ser como antes”, “esto no pasó” o incluso con conductas como llamarle para que se siente a la mesa.

Para aceptar la realidad de la pérdida desde el modelo de Worden, es necesario abordar conscientemente los hechos tal y como sucedieron, narrando la situación y sus consecuencias. Otra forma más emocional de trabajar en esta tarea es con la elaboración de rituales -estos por lo general nos ayudan a marcar un antes y un después y contactar con la realidad-, cuyas acciones de valor simbólico son útiles para despedir a alguien o cerrar etapas. Es común en este caso escribir cartas que no se envían, soltar globos intencionados, prender veladoras o realizar alguna acción que resulte un ritual de despedida para el doliente.

  • Trabajar con las emociones
hombre parado en cementerio
Foto de Cottonbro en Pexels

Para esta tarea es necesario concientizar a la familia sobre el proceso de duelo. Es muy frecuente que la ayuda hacia el doliente sea en realidad de instaurar cierta evitación, por ejemplo, retirando fotografías de la persona fallecida, donando su ropa o ya no hablar de esa persona (lo mismo para el caso de haber perdido un trabajo, por ejemplo) pero la situación emocional es decisiva para sanar el duelo; es una tarea que tarde o temprano se tendrá que lidiar es por ello que un tanatólogo o psicólogo capacitado en la atención del duelo no aconsejará medicar (como si se tratará de una depresión) a la persona en duelo, pues resulta indispensable asumir que se pasará por estados internos confusos e incongruentes entre sí como la rabia, la tristeza, la ansiedad o el miedo y reconocer esas emociones y sentimientos adversos.

Esta tarea requiere de una gran inversión de autoconocimiento y observación pues, como en todo duelo, existen síntomas físicos como mayor somnolencia, oscilaciones en el apetito, dolores de cabeza o taquicardia derivadas de los altos niveles de ansiedad y tristeza. Es importante tenerse paciencia y cuidar de la propia salud.

Por último, es importante también explicarle al paciente y a la familia que las reacciones de aniversario -cumpleaños, aniversarios luctuosos, navidad y otros festejos-, pueden cursarse con una baja importante de energía o un recrudecimiento del dolor. Esta reacción es normal y es bueno entenderlas como la evidencia de la experiencia de amor, de cercanía y de cuidado que tuvimos la oportunidad de experimentar.

  • Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente

La muerte de un ser querido no sólo deja un pesar y un hueco en el corazón, también se hace evidente en los actos cotidianos, en las costumbres en el día a día y en las responsabilidades que esa persona desempeñaba. Es decir, esta tarea dependerá de la relación del doliente con el fallecido y de los roles que éste cumplía y será más difícil de sobrellevar cuanto mayor haya sido la dependencia al fallecido, tal es el caso de las familias que durante la pandemia perdieron lamentablemente a las y los familiares que llevaban el sustento a casa.

Incluso puede darse el caso que, al reorganizarse los roles y las tareas se genere rechazo en la implementación de estas por el dolor y la ansiedad que el desempeñarlas puede causar pues es como un confrontamiento con lo doloroso de esta realidad e incluso con ideas deformadas en relación a ser el “sustituto” del fallecido.

En el caso de que se trate no de una muerte sino de un divorcio, por ejemplo, adaptarse a un nuevo medio se traduce en acciones que reorienten los esfuerzos y garanticen la estabilidad económica y emocional de la persona.

  • Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo

Reubicar emocionalmente a la persona ausente es entender que no perdemos la vinculación ni los recuerdos, es atribuir un significado a lo que nos ha dado en vida y con lo cuál se puede seguir construyendo, es tener la certeza que ese vínculo seguirá siendo parte de nuestro corazón, pero transformándose.

Recolocar es encontrar otro espacio en nuestro corazón para esa persona que nos permita recordarlo sin tener el corazón al rojo vivo, que le permita al doliente entablar, mantener y fomentar otras relaciones de afecto sin sentir que traiciona al ser amado; supone la reorganización de todo lo que se ha compartido, conciliando las experiencias no placenteras y placenteras del vínculo.  

Significa entonces, poder mirar a nuestro alrededor con añoranza, pero con la esperanza de que la vida tiene más para dar.

Se puede apreciar que la teoría de Worden pone énfasis en las acciones que el doliente tiene que implementar para su recuperación además de que le otorga la responsabilidad de su recuperación y de reconocerse como una persona con la fortaleza suficiente como para poder hacer todo este recorrido.

El duelo puede ser una experiencia dolorosa, intensa y de completo desajuste que muchas ocasiones requiere de una consejería tanatológica, si es tu caso, nos ponemos a tur órdenes.

Hasta el próximo leencuentro.

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