Hablar de la muerte es para cualquier persona algo tan delicado como complejo. Más aún cuando es necesario hablar de esto con una niñx. Bowlby (1980) teoriza al respecto comentando que la información de la muerte de una persona allegada llega a los niñxs muchas veces de forma ambigua, ya que el adulto no sabe qué decir ni cómo decirlo, y por esto las consecuentes respuestas que tienen los niños para afrontar la situación muchas veces no es afín con la misma. Nosotros como adultos podemos decir sobre la muerte que “está dormido” “que se fue al cielo” “o que Dios lo llamó porque era muy bueno” todo esto se complica bastante cuando en la familia la religión no ocupa un lugar cotidiano o la idea de que la muerte es reversible y se puede despertar de ese sueño o que ese pequeño ha sido demasiado malo y por eso no puede ir él también. Justo por esta razón es que el autor sugiere como mejor alternativa el explicarle al niñx, de forma clara, que su ser querido no regresará y que se encuentra en la tierra o reducido a cenizas, para esto es importante tomar en cuenta la edad del niñx para determinar el grado de comprensión que pueda tener.
Pero entonces, ¿qué decir a un niño cuando un ser querido fallece? Dolto (1988) comenta al respecto: “Hay que justificar el deseo del niño y ofrecerle la posibilidad de que aclare las cosas en otra parte en lugar de ocultárselas”. Es de vital importancia el decir la verdad, si el niño pregunta es porque necesita una respuesta y está preparado para esta. El adulto tocado por la pérdida y el dolor, debe dejar esta postura defensiva y hasta de negación por un momento, pues si como figura de autoridad oculta la verdad el mensaje que da es que la muerte es mala y que no hay que hablar de ella.
Fonnegra (2001) comenta que “ante esta realidad, el niño no necesita que le expliquen con incomprensibles peroratas de adulto el concepto de muerte, sino que le oigan sus inquietudes, que le escuchen sus temores y fantasías y, si se trata de alguien cercano, que se le asegure que no será abandonado, que será cuidado y protegido, que él no tuvo ninguna culpa (…) para poder llevar a cabo todo esto, es de gran importancia la manera en cómo se maneje esta información, ya que va a cambiar la concepción de muerte y cómo la perciba el niñx dependiendo del contexto. Por eso es fundamental para la comprensión del concepto de muerte el desarrollo cognitivo y afectivo del niñx. Para entender este desarrollo cognitivo y socioafectivo Piaget (1984) dividió este proceso en estadios cada uno se ubica en una diferente etapa biográfica del niño. Cada una tiene características diferenciadas y se rige por esquemas de pensamiento diferentes y se definen por la edad cronológica por lo que este dato nos puede dar un parámetro de aproximación.
El estadio sensorio motor que abarca los primeros dos años de vida, se basa principalmente en el conocimiento a través de la percepción y la acción. Aunque Piaget hablaba que al final de esta etapa se adquiere la noción de permanencia de objeto (que existe el objeto aunque no sea percibido en ese momento) esta noción se está presentando en los bebés de 9 a 10 meses. Relacionado a este aspecto es el surgimiento del manejo tiempo-espacio, es decir el niñx es capaz de saber que el objeto ocupa un lugar, aunque él no lo vea, y que puede volver a verlo cuando este aparezca. Esto implica que antes del primer año no hay una representación de la muerte en sí, ya que apenas se está construyendo una separación de él con el mundo exterior.
Luego de los 2 y hasta los 7 años, el niño se encuentra en estadio preoperatorio. Progresivamente va a ser capaz de elaborar representaciones mentales, y entonces su forma de conectarse con el mundo no va a ser exclusivamente mediante la percepción y la acción. Surge así lo que el autor llama la función simbólica, el niño va desarrollando la capacidad de relacionarse con el mundo mediante signos y símbolos. El autor explica el pensamiento egocéntrico del niño, diciendo que el niño está convencido de su punto de vista sin dudar, no necesita demostración sólo afirmación. Este tipo de característica ellxs pueden llegar a pensar que son responsables de la muerte o enfermedad de alguien cercano por haberlo pensado en alguna ocasión.
Posteriormente, a partir de los 12 años con el inicio del Estadio de las operaciones formales, se volverá capaz de tener un pensamiento abstracto en relación a la muerte, y la podrá concebir como algo universal, irreversible e inevitable.
En esta rápida revisión sobre la teoría piagetiana tenemos entonces que hasta los 2 años la muerte es vivenciada como la separación de las figuras de apego, no existe la permanencia de objeto para el niño cuando siente la ausencia no puede representar mentalmente que va a regresar. Luego de esta etapa y hasta los 6-7 años el niño toma contacto con el concepto de muerte relacionándolo con el movimiento, está vivo lo que se mueve, y si se muere puede volver a vivir gracias a este pensamiento mágico. Este concepto se mantiene hasta aproximadamente los 8 cuando comienza a adquirir conciencia de la irreversibilidad de la muerte, pero relacionada a la vejez o enfermedad. Es después de los 12 años que comienza a cuestionarse realmente acerca de la muerte como universal, inevitable e irreversible. Como es un acontecimiento parte de la vida, el cual va a suceder a todos, sin importar la edad.
El suceso del fallecimiento aproxima al niñx a las preguntas existenciales de la vida y dependiendo de las contestaciones conseguidas, es cómo se va a ir construyendo el concepto de vida y muerte que va a ir fabricando a lo largo de su existencia.
Señales normales de duelo en los niñxs.
-Contar una y otra vez eventos acerca de su ser querido y/o de su muerte.
-Sentir que la persona fallecida de alguna forma está presente.
-Rechazar a sus amigos de antes
-Modificaciones a su rutina: rechazar distracciones, dejar de jugar.
-Sentir miedo a quedarse solo.
-Dificultades para concentrarse en el estudio.
-Llorar aparentemente por tonterías o en los momentos menos esperados.
-Mostrarse interesado en temas de enfermedades o preocuparse excesivamente por su salud. (ibidem: 248)
Cuando estas señales perduren o coexistan muchas de ellas, lo mejor es consultar a un especialista para prevenir bloqueos en el desarrollo emocional y para una correcta elaboración del duelo.
Compártenos tus comentarios, mientras tanto hasta el próximo leencuentro.
Fuentes bibliográficas:
Bowlby, J. (1980) La Pérdida. Tristeza y depresión. Barcelona. Paidos.
Dolto. F. (1988). Los niños y su derecho a la verdad. Buenos Aires. Atlántida
Fonnegra, I. (2001) De cara a la muerte. Andrés Bello: México.
Piaget, J. (2001). La representación del mundo en el niño (9ª ed.) Madrid. Morata.
Piaget, J. (1984). “Psicología del niño”. (11ª ed.) Madrid. Morata.
0 Comentarios