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Succo en Pixabay

Muchas gracias por escribirnos, la situación que nos compartes sucede en muchas relaciones a veces entre compañeros de la escuela, del trabajo, con algunos conocidos e incluso con miembros de nuestras familias. Las razones por las que se presentan son múltiples y difíciles de analizar sobretodo si no conocemos cada historia en particular, porque pueden ir desde una persona explosiva, otra con poca inteligencia emocional hasta trastornos más profundos de la personalidad pero, lo importante es tener presente que todo vínculo depende de dos personas así es que, mientras trabajemos en lo que depende de ti, tus relaciones mejorarán. Te proponemos las siguientes estrategias:

Previo al conflicto

  • Reflexiona, ¿en qué situaciones te enganchas? Es importante que detectes que tienen en común esas personas que te hacen responsable de sus errores, puede ser por que pertenecen al mismo sexo, poseen características parecidas, tienen un cargo semejante o se dirigen a ti de una manera similar. De la misma forma revisa cuales son los temas o situaciones en la que te enganchas, ¿se trata de injusticias? ¿abusos de autoridad?
  • Mírate: ¿qué sentimientos despiertan en ti esas personas? ¿Te intimidan? ¿Te atraen? ¿Te recuerdan a alguien? Sí, tal vez pareciera que esto no es relevante, en realidad lo que queremos indagar es que te hace coincidir con ellas. En todas las relaciones existe una corresponsabilidad por eso es importante reconocer que pasa contigo cuando estás en con esa persona, es decir como te sientes, que piensas, y como actúas.

Durante el conflicto

  • Separa tu responsabilidad de la del otro detecta que situaciones dependieron de ti, cuáles fueron circunstanciales y cuáles recaían en la otra persona. Asume lo que te toca y busca la mejor manera de solucionarlo. Acepta las cuestiones circunstanciales y ten presentes cuales fueron los descuidos o errores que de quien te está reclamando. El principal objetivo de este ejercicio es que evites aceptar “las culpas” que no te pertenecen y que puedas, mostrarle al otro, en el momento oportuno lo que sucedió. Aquí es muy importante que tengas claro que no se trata de iniciar una discusión para demostrar quien tiene la razón, lo que necesitamos es que te des cuenta de tu injerencia en esa situación y, en caso necesario, que puedas describir lo que paso. Y subrayamos esta diferencia entre describir y calificar, porque cuando describimos los hechos, ayudamos a entender lo que paso, promovemos una comunicación asertiva, por el contario cuando calificamos en automático comenzamos a repartir o recibir culpas y ahí ya nos enganchamos.
  • Evita tomarte las cosas personales: sí, suena a misión imposible pero es una estrategia muy necesaria. Cuando discutimos, las ofensas o quejas que emitimos en la mayoría de los casos no van dirigidas a la persona que se las decimos, normalmente son una vía de hacer catarsis para sacar nuestra frustración e impotencia cuando algo nos sale mal. Incluso cuando hay reclamos dirigidos, recordemos que somos espejos y eso que le decimos al otro, en muchas ocasiones estaba dirigido hacia nosotros, por algo dicen que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Ahí justo es donde aparece la proyección. Cuando logras distanciarte del discurso de la persona que te ataca evitas responder a sus hostilidades. Quizá te sirva preguntarte en ese momento ¿Qué lo hace descontrolarse de tal manera que ni siquiera esta escuchando lo que dice? Ahí consigues moverte de ser la víctima indefensa o el “punching bag” a ser el observador que puede alejarse de esa conducta porque reconoce el daño que puede ocasionarle.
  • Pon límites: una cosa es no tomarse las cosas personales y otra dejar que te ofendan, si comienza a gritarte, hacer comentarios sarcásticos, humillantes, etc., sal de ahí lo más pronto posible, puedes hacerlo diciendo frases como: “veo que está muy estresado retomemos la plática en otro momento”. “Necesitamos pensar como solucionarlo, ¿qué tal si nos tomamos unos minutos para pensarlo y hablamos más tarde?” “Perdón, no es necesario que me hables de esa manera.” Si la persona es incapaz de escucharte guarda silencio, discúlpate por no poder seguirlo escuchando y aléjate hasta que retome el control. Bajo ningún punto le lleves la contraria en ese momento, respira profundo y evita caer en sus provocaciones.
  • Autorregúlate, esto nos remite a los primeros dos puntos, en la medida que te conozcas reconocerás cual es el punto que te hace engancharte, quizá es cierta palabra que dice, el tono de voz que ocupa, sus ademanes o determinados gestos. La intención es aprender a detectar que es lo que detona tu necesidad de defenderte para no entrar en ese juego, literalmente saber que es lo que te “echa a andar” para que puedas darle la vuelta.
  • Cuida lo que te dices y lo que dices, la prudencia es tu mejor herramienta huye de calentarte la cabeza, busca actuar en vez de reaccionar. No es más fuerte el que gana una pelea sino el que evita entrar en ella, ese es el secreto de la asertividad y, para conseguirla, puedes apoyarte en tu cuerpo:
    • Respira profundo, eso calmará tu ritmo cardiaco y mantendrá más enfocada tu mente.
    • Controla el tono de tu voz, esto generará empatía. Si tú gritas, el otro gritará más fuerte, si bajas la voz, es muy probable que te imite.
    • Cuida tus palabras, recuerda que no hay manera de borrar lo que decimos, no cedas a la provocación.
    • Muéstrate seguro de ti mismo, desde la línea del respeto mantén una actitud firme y confiada eso disminuirá la posibilidad de que el otro te humille, por el contrario demostrar temor lo empoderará.
    • Enfócate, el tema es encontrar una solución al conflicto.

¿Siempre te pasa lo mismo?

Si consideras que siempre te toca coincidir con personalidades narcisistas y proyectivas, es decir que solo se ven a sí mismas y que son incapaces de asumir sus errores, ¡cuidado! hay un estilo relacional que estás repitiendo inconscientemente. En este caso es necesario que busques la ayuda de un especialista para entender porque te sucede esto y qué necesitas aprender de ese vínculo para no volverlo a repetir.

Atiende las señales de riesgo, analiza como afecta esa relación tu vida personal, laboral o familiar. Por supuesto no es tu responsabilidad la forma como reaccionan los demás pero si debes hacerte cargo de lo que permites y del daño que te generan. Recuerda: los límites los pones tú, quien se engancha eres tú, quien sale lastimado eres tú. ¿La buena noticia? También eres tú quien decide romper ese círculo, y, si es el caso, decidirás alejarte de esa persona. Sabemos que no es fácil por eso estamos aquí para ayudarte. ¡Consúltanos!

Queremos acompañarte. Envíanos tus consultas o preguntas, puedes utilizar un pseudónimo o escribirlas de manera anónima. Les daremos respuesta en las siguientes entregas.

Escríbelas en nuestra sección de comentarios, por mensaje directo en nuestras redes sociales o envíalas a csanchez28@gmail.com

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