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En este libro, Edith Eger nos cuenta que cuando tan solo tenía dieciséis años los nazis invadieron su natal Hungría, llevándola a ella y a casi toda su familia nuclear a Auschwitz.


Su padre tenía esperanzas de que fuera un lugar donde solo trabajarían una temporada y después los dejarían libres, pero eso se esfuma cuando al pisar el campo sus padres pierden la vida en la cámara de gas.
Narra cómo ella y su hermana se hacen fuertes una a la otra, como sus dotes de bailarina la salvan de la muerte cuando baila para Mengele y cómo a partir de ese momento lucha por mantener la vida de ella y de su hermana. Recorrió otros campos de concentración siempre apuntalada por una frase de su madre que recuerda a lo largo del libro.


Cuando por fin los soldados estadounidenses la rescatan empieza otra serie de eventos -como el reconocer sus heridas físicas y evadir las emocionales-, para poder adaptarse a un mundo completamente desconocido para ella. Hasta que las mismas experiencias de la vida le van enseñando que es necesario que reconozca esas heridas, que reconozca sus emociones si quiere empezar a sanar.


Aderezado con pasajes de su práctica clínica y de su propio andar con sus pacientes y su amistad con Viktor Frankl, Eger nos cuenta más de tres décadas de su vida, con el propósito de enseñarnos que “nuestras experiencias dolorosas no son un hándicap, son un regalo, proporcionan la oportunidad de encontrar nuestro objetivo y nuestra fuerza”.


Espero que nuestra recomendación te inspire a leer este libro.

Hasta el próximo leencuentro.

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