Desviarnos del camino, arruinar relaciones que consideramos importantes, llenarnos de actividades, no estudiar para un examen, posponer tareas o renunciar a un trabajo justo antes de obtener la promoción esperada, regresar a hábitos que sabemos dañinos son formas de autosabotaje. En otras palabras, el autosabotaje se manifiesta a través de conductas que nos alejan de nuestras metas o nos mantienen en nuestra zona de confort.
Para la psicóloga Alice Boyes, autora del libro The Healthy Mind Toolkit: Simple Strategies to Get Out of Your Own Way and Enjoy Your Life, el autosabotaje suele originarse en tres patrones de pensamiento.
El primero es el pensamiento fijo. Nuestro cerebro está diseñado para aferrarse a lo familiar, sobrestimar el riesgo y evitar probar nuevos enfoques. Esta tendencia, conocida como la heurística de lo familiar, nos lleva a infravalorar aquello que no encaja en nuestras experiencias previas.
El segundo patrón está asociado al miedo al rechazo. Partes de nuestro cerebro recuerdan el dolor que experimentamos cuando fuimos rechazados por figuras significativas, como padres o hermanos. En consecuencia, podemos desarrollar una actitud defensiva, alejándonos anticipadamente de personas o situaciones por temor a ser rechazados, incluso cuando ese rechazo no es real. Se trata, en esencia, de un mecanismo de protección.
El tercer patrón es la lógica de la dilatación, comúnmente conocida como procrastinación. En estos casos, solemos pensar que trabajamos mejor bajo presión, minimizar la importancia de una tarea o postergarla debido a la falta de confianza en nuestras habilidades. Además, la procrastinación puede estar relacionada con la falta de disciplina para organizarse, la magnitud de la tarea, el perfeccionismo o la indecisión sobre por dónde empezar. En el fondo, estas tendencias suelen estar ligadas a la ansiedad.
Por otro lado, algunas personas temen al éxito. Evitan ser el centro de atención o sienten que los demás esperarán más de ellos de lo que pueden ofrecer. En lugar de enfrentar este miedo, se preparan inconscientemente para el fracaso. En estos casos, el autosabotaje puede estar más relacionado con la autoestima que con el pensamiento lógico. Nuestras acciones suelen alinearse con nuestro sistema de creencias y valores; por ello, si alcanzamos logros, pero no nos sentimos merecedores de ellos, podemos restarles importancia o incluso rechazarlos. Este fenómeno es conocido como el síndrome del impostor.
El primero en hablar sobre el miedo a los propios talentos fue Abraham Maslow —psicólogo humanista y precursor de la Psicología Transpersonal—, quien lo denominó Complejo de Jonás. Lo describió como el rechazo a asumir las propias responsabilidades y a enfrentar las implicaciones de alcanzar el máximo potencial, algo que va más allá de una simple falta de confianza. Entre los síntomas de este complejo se encuentran la autodepreciación, la sensación de inadecuación, la ansiedad ante la exposición, la procrastinación, la comparación con los demás y la confusión en conceptos como egoísmo, humildad y soberbia, por mencionar algunos.
Otra causa del autosabotaje es la indecisión, que a menudo viene acompañada de una lista de excusas. Tomar decisiones implica asumir responsabilidad y cierto grado de control sobre nuestra vida. Una forma de perpetuar el autosabotaje es no decidir, quedándonos atrapados entre el «puedo, pero no puedo», el «quiero, pero no me dejan» o el «lo merezco, pero es demasiado difícil».
El psicólogo Leon Seltzer sugiere que el autosabotaje genera sentimientos de inutilidad, incompetencia, culpa y vergüenza, los cuales pueden derivar en una forma de autocastigo. Dejar las cosas inconclusas permite evitar la confrontación con la realidad de que, en el fondo, estamos siendo agresivos con nosotros mismos, lo que sería difícil de aceptar.
En esta misma línea, el Dr. Seltzer señala que esta lucha interna podría reflejar un comportamiento pasivo-agresivo, en el que la persona sabotea sistemáticamente sus propios esfuerzos. Dependiendo del nivel de autoboicot y del concepto de castigo involucrado, incluso podría estar relacionado con el trastorno de personalidad pasivo-agresivo o trastorno de personalidad negativista, caracterizado por la resistencia pasiva a cumplir con expectativas sociales y laborales.
Independientemente de sus causas o manifestaciones, el autosabotaje tiene un punto en común: nos protege momentáneamente del miedo al fracaso, haciéndonos creer que evitamos sufrimientos futuros o situaciones desconocidas. Sin embargo, esta aparente seguridad tiene un alto costo.
Maslow considera que, para lograr la autorrealización y trascender el Complejo de Jonás, es necesario cultivar la propia sensibilidad, vivir acorde a los valores del ser —que él detalla en El hombre autorrealizado (verdad, bondad, belleza, unidad, esfuerzo, autonomía, espíritu lúdico, entre otros)— e integrar lo reprimido, lo que Jung llamaría el arquetipo de la Sombra.
Tomar conciencia de nuestros miedos nos permite dejar de castigarnos y de autosabotearnos, abriendo la puerta a una vida más plena y satisfactoria.
Ahora te toca a ti: ¿Qué cosas te inhiben?, ¿Qué situaciones bloquean tu creatividad?, ¿Qué obstáculos te hacen desistir de tus proyectos?
En Mentalizarte estamos listos para ayudarte a darle al mundo lo que te estás bloqueando a donar.
¿Buscas otros contenidos como este? te recomendamos: https://mentalizarte.mx/2019/08/29/fortalece-tu-autocompasion/


Deja un comentario