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Abraham Maslow, en su intento por comprender a las personas creativas, auténticas y con un profundo sentido de propósito, identificó una paradoja inquietante: individuos buenos, talentosos y con valores alineados al Ser que, en lugar de expandirse y desarrollar sus potencialidades, se autolimitaban, reduciéndose ante el mundo. A partir de esta observación, en la década de 1970, Maslow conceptualizó lo que llamó el Complejo de Jonás, inspirado en el pasaje bíblico donde Dios encomienda a Jonás llevar su mensaje a Nínive, una ciudad dominada por el mal. Jonás, sintiéndose incapaz de cumplir tal misión, huye. Entonces, una ballena enviada por Dios lo traga durante tres días y tres noches. Tras ese tiempo, la ballena lo vomita y Jonás acepta el destino para el que había sido escogido.

Para Maslow, el miedo a la grandeza puede ser uno de los obstáculos más significativos en el camino de la autoactualización. La raíz de este complejo se encuentra en el temor a abandonar una existencia limitada —aunque tolerable— y en la pérdida del control sobre lo conocido. En La personalidad creadora (1971), Maslow lo explicó de este modo:

“Tememos nuestras mayores posibilidades. Generalmente tenemos miedo de convertirnos en aquello que podemos vislumbrar en nuestros momentos más perfectos, bajo condiciones de gran valentía. Disfrutamos e incluso nos emocionamos ante las posibilidades divinas que vemos en nosotros mismos en esos momentos de cima. Y, sin embargo, al mismo tiempo temblamos con debilidad, asombro y miedo ante esas mismas posibilidades.”

¿Por qué se activa el Complejo de Jonás?

Como todo complejo, el de Jonás se forma en la interconexión entre el inconsciente colectivo y las relaciones objetivas del sujeto con sus figuras de crianza. Según el enfoque terapéutico, el acto de ser tragado por la ballena puede interpretarse como un regreso al útero materno, a una falsa sensación de protección, a quedar atrapados por nuestras propias improntas. Desde la perspectiva transpersonal, simboliza el contacto con la sabiduría del Inconsciente.

Comprender este complejo implica identificar sus manifestaciones a través de la autoindagación. No se trata meramente de una falta de confianza en uno mismo, sino de un rechazo paradójico a asumir las responsabilidades e implicaciones que conlleva realizar el propio potencial. Aunque anhelamos la autorrealización, también tememos sus consecuencias. Para Maslow, este temor constituye una de las barreras más importantes para el crecimiento personal.

Superar el complejo permite a la persona ejercer su vocación con autenticidad. Desde la psicología transpersonal, la vocación no se limita a una preferencia por ciertas actividades, sino que es una expresión profunda del Ser.

Imaginemos un cielo nocturno en el que una estrella teme brillar. Aunque pequeña frente al vasto universo, su luz es única y aporta belleza al conjunto. Así funcionan las vocaciones humanas: ninguna es más valiosa que otra si se ejerce con autenticidad. Una bailarina de fama mundial no es más importante que un maestro que enseña danza en un pequeño pueblo. Lo esencial es que nuestra expresión toque la vida de otros y les permita, a su vez, expresarse con mayor plenitud. Si somos una manifestación del Todo, huir de nuestra vocación —como hizo Jonás— es como apagar nuestra luz y privar a los demás de nuestro brillo en el manto estelar.

La tarea más desafiante es despertar. Jonás debe abandonar la ilusión de saber quién es. Esto conlleva un alto precio: renunciar a una imagen falsa de sí mismo y abrazar su autenticidad. No todos están dispuestos a dar ese paso, pero quienes sienten el llamado a hacerlo, encuentran en esa búsqueda un sentido profundo de vida. Al final del proceso, Jonás saldrá de la ballena y experimentará una felicidad auténtica, libre de forzamientos.

En algunos casos, Jonás logrará satisfacer sus necesidades básicas a través del ejercicio de sus talentos. En otros, estos talentos quedarán reservados para la cúspide de la pirámide de Maslow, mientras las necesidades elementales se cubren con actividades menos afines a su vocación. Aun así, su esfuerzo estará siempre orientado a no perder de vista las necesidades del Ser.

Características de un complejo

En nuestro blog ya hemos explorado el tema de los complejos, pero para entender mejor el de Jonás, conviene repasar sus características generales según Carl Jung:

• Son agrupaciones de recuerdos, emociones y pensamientos conectados por una fuerte carga afectiva.
• Operan de manera autónoma dentro de la psique, sin estar bajo el control de la conciencia.
• Se activan automáticamente ante ciertos estímulos, provocando reacciones emocionales y conductuales intensas.
• Distorsionan la percepción de la realidad y afectan el comportamiento.
• Pueden manifestarse en sueños a través de símbolos recurrentes.
• Se desactivan o reducen mediante la autoobservación y el trabajo terapéutico.

En el caso del Complejo de Jonás, experiencias previas de desvalorización, vergüenza o incomprensión respecto a las propias capacidades pueden haberlo originado. La inseguridad sobre nuestras habilidades genera tanta ansiedad y temor al fracaso que, como Jonás, aceleramos en dirección contraria a la meta que queremos alcanzar. Así, nos autosaboteamos, no por falta de competencia, ni por los errores que podríamos cometer, sino por miedo al riesgo de que todo salga bien y a las consecuencias que eso conllevaría. Comprender y trabajar este complejo es esencial para recuperar el poder personal y generar la experiencia vital que deseamos.

Conclusión

Si alguna vez has sentido que te autosaboteas o que evitas situaciones en las que podrías brillar, es posible que el Complejo de Jonás esté activo en tu vida. No se trata de una batalla externa, sino de un viaje interno de autoconocimiento y transformación. Salir de la ballena no es tarea fácil, pero es el único camino hacia una vida auténtica y plena. La grandeza personal no reside en el reconocimiento externo, sino en la valentía de ser, sin reservas, quien realmente eres.

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