El duelo, del latín dolus -que significa dolor-, es la respuesta emocional ante la pérdida de alguien o algo que consideramos significativo. Este proceso incluye componentes psicológicos, psicosociales y espirituales que afectan al doliente tras la pérdida de una persona, objeto o condición con la que existía un vínculo afectivo, por ello hasta las expectativas no cumplidas que nos formamos hacia algo deben de transitarse como un proceso de duelo.
Es así que, desde que el duelo se consideró un tema de estudio varios han sido quienes lo han estudiado y contribuido a entendelo desde diversas perspectivas, aquí algunos enfoques.
Enfoques sobre el duelo
La psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross, en los años 60, conceptualizó el duelo como un proceso dividido en cinco fases: negación, ira, negociación, tristeza y aceptación, que ocurren de manera secuencial hasta alcanzar un nuevo equilibrio emocional. Sin embargo, este modelo ha sido cuestionado por su rigidez ya que en su momento se estableció como algo progresivo.
Por otro lado, el psicólogo Robert Neimeyer propone un enfoque más dinámico, basado en procesos o desafíos paralelos donde el doliente asume un papel activo:
- Reconocer la realidad de la pérdida
Comprender su impacto y las implicaciones en la vida.
- Abrirse al dolor
Afrontar el sufrimiento evitando estrategias de evasión, equilibrando la expresión emocional y las demandas de la vida cotidiana.
- Revisar los significados personales
Reflexionar sobre cómo la pérdida afecta valores y creencias, esenciales en nuestra concepción del mundo.
- Reconstruir el vínculo con lo perdido
Transformar la relación física en una conexión simbólica basada en los recuerdos.
- Reinventarse
Adaptarse a los cambios internos derivados de la pérdida, redefiniendo aspectos centrales de la identidad.
Aunque los enfoques de Kübler-Ross y Neimeyer ofrecen herramientas valiosas para comprender cómo procesamos el duelo, es importante reconocer que cada pérdida es única y depende de múltiples factores personales, sociales y culturales. Las circunstancias de la pérdida y el tipo de vínculo con lo perdido influyen profundamente en la manera en que cada individuo enfrenta su dolor. Iremos explorando las generalidades de cada punto en el resto del texto.
Tipos de pérdidas
Arnaldo Pangrazzi -desde su experiencia como clérigo-, clasifica las pérdidas en cinco categorías, las cuales son:
- Pérdida de la vida: La muerte, por su irreversibilidad, genera un duelo único y definitivo.
- Pérdidas de aspectos personales: que incluyen disminuciones físicas, sensoriales, cognitivas o psicológicas.
- Pérdidas materiales: Como la pérdida de empleo, recursos económicos o pertenencias.
- Pérdidas emocionales: propias de las rupturas de relaciones afectivas, ya sea de pareja o amistad.
- Pérdidas asociadas al ciclo vital: Relacionados a cambios naturales del desarrollo, como el fin de la infancia o la juventud.
Otros desarrollos teóricos como el presentado por Boss (1999) ha introducido el concepto de «pérdida ambigua» para describir situaciones en las que no hay claridad sobre la naturaleza de la pérdida, como cuando una persona desaparece o sufre enfermedades degenerativas que alteran su identidad. Este tipo de pérdida puede complicar el duelo debido a la falta de cierre emocional, mientras que Doka (2016) describe las pérdidas que no son validadas por la sociedad, como la muerte de una mascota, la pérdida perinatal o la ruptura de una relación no reconocida públicamente. Estas pérdidas, evidentemente, pueden dificultar el duelo al carecer de apoyo social, veamos ahora qué es el duelo complicado.
Duelo complicado o patológico
Aunque cada duelo es único, en algunos casos el proceso puede tornarse complicado o patológico, presentándose en las siguientes formas:
- Duelo crónico
El dolor persiste indefinidamente, impidiendo la adaptación a la nueva realidad.
- Duelo exacerbado
La intensidad del sufrimiento afecta la funcionalidad diaria, pudiendo desencadenar conductas de riesgo como abuso de sustancias o trabajo excesivo.
- Duelo enmascarado
Se manifiestan síntomas físicos, cognitivos o emocionales no relacionados conscientemente con la pérdida.
- Duelo retrasado o retardado
La respuesta emocional se posterga, emergiendo más adelante ante un detonante inesperado.
Ahora abordaremos de forma breve las diferentes formas que puede adoptar la pérdida para entender mejor su impacto en nuestras vidas.
Factores culturales y psicológicos
La forma en que se vive el duelo puede estar influenciada por factores culturales, familiares y personales. En algunos casos, la presión social o interna lleva a evitar el dolor emocional. Esto es especialmente común en hombres, debido a estereotipos que asocian vulnerabilidad con debilidad, o en personas con una alta necesidad de control.
Un ejemplo ilustrativo es el caso de I., un hombre de poco más de 50 años que desarrolló una depresión moderada un año después de perder a su hermana con la cual ya no era tan cercano. Inicialmente, minimizó su duelo al pensarlo como si la fuerza que se esperaba de él no tuviera que dar lugar a ninguna tristeza, anhelo o algo que fuera indicativo de debilidad. Sin embargo, otras pérdidas ligadas y el cambio de vida que generó activo su dolor de súbito llevándolo incluso a la somatización. Este caso resalta la importancia de validar las pérdidas, independientemente de su naturaleza.
También se puede observar la evitación del duelo cuando la relación con el fallecido o perdido es secreta, no correspondida o socialmente no reconocida. Otro ejemplo frecuente ocurre en rupturas amorosas donde se inicia una nueva relación de inmediato, posponiendo la respuesta emocional ante la pérdida.
El duelo desde la psicología transpersonal
La psicología transpersonal ve el duelo como una oportunidad para el crecimiento interior y la transformación espiritual. Este enfoque integra el dolor de la pérdida en un contexto más amplio de trascendencia, explorando cómo las experiencias difíciles pueden ayudarnos a descubrir nuevos significados y fortalecer nuestra conexión con aspectos esenciales de la vida.
En este marco, el duelo no solo es una respuesta emocional, sino también un proceso que puede facilitar un cambio profundo en la identidad y la percepción de uno mismo. Técnicas como la meditación, el trabajo con sueños o la visualización guiada pueden ser herramientas valiosas para procesar el dolor, promover la introspección y fomentar la aceptación.
Un concepto clave en este enfoque es el crecimiento postraumático, que sugiere que, a pesar del sufrimiento, las personas pueden desarrollar una mayor resiliencia, nuevas perspectivas sobre la vida e incluso un sentido renovado de propósito. Desde esta perspectiva, el duelo es un proceso que no solo honra lo perdido, sino que también abre la puerta a una conexión más profunda con la existencia.
En suma, el duelo es una experiencia profundamente humana que, aunque universal, varía enormemente en su expresión, incluso dentro de nosotros mismos. Comprender sus desafíos, reconocer la diversidad de pérdidas y evitar patologizar respuestas emocionales genuinas son pasos clave para acompañar el proceso de sanación. En Mentalizarte nos ponemos a tu servicio para sanar tu duelo.
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