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Desde el momento en que comenzamos a diferenciarnos de nuestros padres, como seres independientes a ellos, nos vemos sometidos a una presión constante para mejorar nuestro rendimiento. En diferentes etapas de nuestra vida, somos evaluados por padres, profesores, amistades y una variedad de personas que influyen en nuestra percepción de nosotros mismos, a menudo enfrentándonos a castigos o sanciones.

Durante nuestra infancia, las malas calificaciones en la escuela podían llevar a castigos severos; a medida que nos convertimos en adultos, nuestros jefes y superiores esperan un alto nivel de rendimiento, ofreciendo recompensas por alcanzar metas específicas y amenazando con represalias si no logramos cumplir con sus expectativas. Además de estas presiones externas, muchas personas internalizan el impulso de superarse a sí mismas y alcanzar objetivos personales significativos. Es importante distinguir este deseo de superación personal del perfeccionismo ya que este último implica la búsqueda compulsiva de estándares imposibles de alcanzar y una autocrítica constante.

¿Qué significa realmente ser perfeccionista?

Según el Dr. En Psiquiatra David Burns, los perfeccionistas son aquellos cuyos estándares están fuera del alcance de la razón, esforzándose de manera compulsiva y crónica por alcanzar metas inalcanzables. Estos individuos tienden a evaluar su propio valor en función de su productividad y logros, lo que puede resultar en una disminución del rendimiento debido a la presión autoimpuesta de actuar de manera correcta en todo momento.

Los investigadores Paul Hewitt y Gordon Flett han identificado tres tipos de perfeccionismo[1]: el perfeccionismo personal, donde se establecen estándares irrealmente altos para uno mismo, acompañados de una autocrítica severa y una incapacidad para aceptar errores; el perfeccionismo dirigido a los demás, caracterizado por exigir que los demás cumplan con estándares elevados y a menudo imposibles de alcanzar, lo que puede llevar a dificultades para delegar tareas y confiar en otros; y el perfeccionismo prescrito socialmente, donde se percibe que los demás tienen expectativas inalcanzables sobre uno mismo, creyendo que la aceptación y la aprobación de los demás dependen de cumplir con estas expectativas.

¿Qué causa el perfeccionismo?

Hasta ahora se ha sugerido que existe una predisposición genética, pero el entorno en el que nos desarrollamos también desempeña un papel crucial en la formación de esta característica de la personalidad. Crecer en un entorno donde se reciben elogios constantes puede llevar a una dependencia excesiva de la aprobación externa, aumentando la presión para mantener ese refuerzo positivo a través de un rendimiento impecable. Del mismo modo, un estilo de crianza autoritario que impone altas expectativas puede inculcar un sentido de autoexigencia y perfeccionismo desde una edad temprana, condicionando a las y los niños a buscar constantemente la aprobación cumpliendo con estándares estrictos.

Además, la comparación con familiares exitosos puede aumentar la presión para alcanzar la perfección como un medio para ganar aceptación y reconocimiento en el entorno familiar. Las personas con baja autoestima también pueden recurrir al perfeccionismo como una forma de compensar sentimientos de inferioridad, buscando validar su valía a través de logros excepcionales.

Consecuencias negativas del perfeccionismo

El perfeccionismo no solo afecta el bienestar psicológico, sino que también se ha relacionado estrechamente con varios trastornos mentales. Los estudios han demostrado que el perfeccionismo puede contribuir significativamente a la depresión, la ansiedad generalizada, el trastorno de ansiedad social y la conducta obsesivo-compulsiva. Esta característica de la personalidad puede convertirse en un obstáculo para el desarrollo personal, obstaculizando la capacidad de disfrutar de los logros y provocando un constante estado de miedo, duda y malestar emocional.

La búsqueda implacable de la excelencia puede llevar a una insatisfacción crónica, incluso cuando se alcanzan metas importantes, ya que los perfeccionistas tienden a centrarse en lo que falta en lugar de valorar lo que han logrado. Esto puede resultar en una autoestima baja y sentimientos de fracaso, alimentando un ciclo de autocrítica y exigencia cada vez más intensas.

Además, las personas perfeccionistas suelen experimentar culpa por no estar satisfechos con su propio desempeño, incluso cuando han alcanzado estándares extraordinariamente altos. La procrastinación es común entre las personas perfeccionistas, ya que el miedo al fracaso puede llevarlas a postergar tareas difíciles para evitar errores o imperfecciones. Esta tendencia a ver las situaciones de forma extrema,  «todo o nada» y a rechazar tareas que puedan resultar difíciles o desafiantes puede limitar su capacidad para enfrentar nuevos desafíos y aprender de experiencias menos que perfectas.

A nivel social, el perfeccionismo puede llevar al aislamiento y la pérdida de relaciones significativas debido a la dificultad para relajarse y disfrutar de las interacciones sin la presión de alcanzar estándares irreales. Físicamente, el perfeccionismo puede manifestarse en forma de tensión muscular crónica, cansancio constante y problemas digestivos, inflamación y en algunas enfermedades crónicas como la artritis.

En Mentalizarte queremos que reflexiones si te sientes identificada o identificado, aunque el deseo de superación personal puede ser positivo y motivador, el perfeccionismo desadaptativo puede convertirse en un obstáculo significativo para el bienestar emocional y el desarrollo personal. Reconocer los signos y las causas subyacentes del perfeccionismo puede ser el primer paso hacia un camino más equilibrado y satisfactorio hacia el crecimiento personal y profesional si te parece que no puedes gestionar esto por tu cuenta, estamos para apoyarte.

Hasta el próximo leencuentro.

[1] https://www.researchgate.net/publication/21129091_Perfectionism_in_the_Self_and_Social_Contexts_Conceptualization_Assessment_and_Association_With_Psychopathology

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