La creatividad está presente en muchas esferas del ser humano, aunque no seamos conscientes de ella, está presente en la forma en que solucionamos problemas, en la forma en que aprendemos, en cómo vemos la vida y en cómo le damos dirección a esta.
Es un concepto que además se ha ido visualizando y repensando con el tiempo, antes se creía una habilidad deformada, que residía en un hemisferio cerebral. Justo ahora se sabe que abarca varias dimensiones de desarrollo, de desempeño y de formas de pensamiento que ha dado lugar a construir otras teorías relacionadas como las inteligencias múltiples, la resiliencia y la psicología positiva en donde cada una le da un lugar especial al concepto de creatividad.
Papalia et al. (2005) define la creatividad como la habilidad de ver las cosas bajo una nueva perspectiva, capaz de inventar posteriormente soluciones eficaces; para ello existen por lo menos dos tipos de pensamiento que se relacionan con la resolución de problemas y la creatividad misma: el pensamiento divergente -que es la capacidad para descubrir respuestas nuevas y originales-, y el pensamiento convergente -que es la capacidad para descubrir una única respuesta correcta-. Ambos pensamientos están relacionados con conocimientos adquiridos de forma previa, el aprendizaje y la motivación.
Vigotsky (1981) ya establecía que había una estrecha relación entre la creatividad y el cerebro lo que daba indicios de que la creatividad iba mucho más allá de la creencia popular de reelaborar productos y conceptos previamente generados por otras personas. El autor deja entrever que se trata de una habilidad en que la persona puede modificar su presente y proyectarlo a su futuro.
Entre los numerosos estudios sobre la creatividad, DeGraff (2019) propone una sencilla clasificación de los distintos tipos de creatividad, definiendo la creatividad mimética -que consiste en imitar ideas de un área y aplicarlas en otras-, la bisociativa – que tiene lugar cuando una idea familiar se conecta con una idea desconocida para producir un híbrido innovador-, la creatividad analógica -en donde se hace uso de analogías y comparaciones para transferir información que creemos entender, de un área específica a otra-, la narrativa -que es el arte de contar historias y reinventar incluso nuestro propio relato-, y la creatividad intuitiva -que es la generada por nuestro sexto sentido que puede generar ideas como recibirlas-.
La clasificación generada por DeGraff constata lo que Rogers proclamaba desde 1966 acerca de la motivación de la creatividad: “el móvil de la creatividad parece ser la misma tendencia que en la psicoterapia se revela como la fuerza curativa más profunda: la tendencia del hombre a realizarse, a llegar a ser sus potencialidades” (2014, p. 304). Desde la imitación, las historias, la asociación o la generación de algo, se manifiesta la tendencia a expandirse, a crecer y desarrollarse. La creación será satisfactoria porque en sí misma es una conducta autorrealizadora, la cual necesariamente es precedida de un cambio de actitud.
Se debe considerar, por otra parte, que la creatividad requiere de ciertas condiciones para que sea constructiva en términos ya no sólo individuales. La primera de ellas es la apertura a la experiencia, que la persona este en posibilidad de admitir la incertidumbre y la ambigüedad y sea capaz de recibir información contradictoria sin sentirse impulsado a abandonar la situación; esta apertura de conciencia permea en que dicha persona también será capaz de abrirse a otros aspectos de su experiencia y de “comportarse de una manera más socializada” (Rogers, 2014 p. 305).

Otra condición importante es la evaluación interna -que el valor de lo que se ha creado no este afuera, sino por la persona misma-, que lo sienta y lo pueda poner como una realización de potencialidades que se manifiestan en ese momento y en un producto satisfactorio. Por último, la capacidad de jugar con los elementos y los conceptos, que para C. Rogers es lo que hace emerger la intuición y la exploración. De este punto, es que Natalie Rogers desarrolla el concepto de conexión creativa dónde, a través de su método, The Creative Connetion, busca que la persona experimente el crear desde la sensación de libertad para que el contenido expresivo se torne más espontáneo y revelador sin dejar de estar centrado en el crecimiento de la persona y el tiempo de sanación de esta.
Este crear nos lleva a una “Situación de Flujo” -como lo conceptualiza M. Csikszentmihalyi- es decir, un estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la cual genera una experiencia intrínsecamente placentera que las personas intentarán repetir, siempre que sea posible, para volver a experimentar esa sensación; las actividades que llevan al “flujo” son situaciones en las que una persona decide emplear libremente la atención para alcanzar sus objetivos, sin ningún tipo de amenaza o defensividad.
Al respecto, Csikszentmihalyi (1990) conceptualiza la creatividad como el estado de conciencia que permite generar una red de relaciones para identificar, plantear y resolver problemas de manera relevante y divergente; se trata de una capacidad de carácter cognitivo- afectivo que le permite a la persona organizar el proceso psicológico que lo lleve a mostrar un comportamiento nuevo u original, flexible, fluido y organizado, orientado a la búsqueda, la detección y solución de un problema. Así mismo, para este autor, la creatividad es el resultado de la interacción de tres elementos: un creador potencial con sus talentos, ambiciones y debilidades personales; un ámbito de actividad que existe en la cultura y un conjunto de personas e instituciones que juzguen la calidad de las obras producidas.
La utilidad de sentir este estado de flujo hace que también pueda ser visto como una experiencia autotélica, la energía psíquica se afana para reforzar la personalidad en lugar de perderse en metas extrínsecas y el resultado inmediato es una sensación de disfrute y placer. Estás experiencias no están garantizadas por la presencia de factores exteriores, sino que responden prioritariamente a la disposición interna de la conciencia para evitar la ansiedad y el aburrimiento, poniendo orden en el caos de la mente, teniendo entonces la capacidad de controlar la conciencia y su producto más importante, la voluntad y la creatividad nos ayuda a vivir estos beneficios; el flujo “conduce a los individuos a la creatividad y a logros poco corrientes” (Csikszentmihalyi, 1990 p. 317).
¿Te animas a ir despertando esa habilidad dormida?
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