La felicidad se caracteriza, desde la psicología, como un estado mental con una fuerte carga emocional que se basa en ideas y creencias. En este sentido, la felicidad abarca tanto emociones como elementos cognitivos (es decir, pensamientos estructurados en conceptos interrelacionados, muchas veces a través del lenguaje). Desde esta perspectiva, se consideran tanto la lógica cortoplacista del hedonismo como la de la satisfacción vital, que se basa en operaciones mentales más abstractas y a largo plazo.
Ciertos hábitos tienden a llevarnos más hacia la infelicidad que otros; a continuación, presentamos los más comunes en la consulta psicológica:
• Ser quéjica
El problema no es solo la actitud que lo precede; quejarse en sí mismo es un problema. Es un comportamiento de auto-refuerzo. Al hablar constantemente sobre lo mal que van las cosas, o al pensarlo, se reafirman las convicciones negativas. Hablar de las cosas que te molestan puede hacerte sentir mejor momentáneamente, pero existe una delgada línea entre quejarse de manera terapéutica y quejarse para fomentar la infelicidad.
Además de hacerte infeliz, quejarse ahuyenta a los demás.
• Esperar que el futuro sea mejor
Pensar «seré feliz cuando…» es uno de los hábitos que más fácilmente conducen a la infelicidad. No importa cuál sea el final de la frase (un ascenso, un aumento, el cambio de la pareja o una nueva relación sentimental), ya que se enfoca demasiado en las circunstancias; la realidad es que la mejora de las circunstancias no se traduce automáticamente en felicidad.
No hay que esperar a que suceda algo que está comprobado que no afectará a tu estado de ánimo. En cambio, es importante centrarse en ser feliz en el presente, ya que no hay garantías sobre el futuro. Es imperativo tomar en cuanta que la vida no se pone en pausa.
• Aparentar
Aparentar ser lo que no somos para encajar o impresionar a los demás nos aleja de la felicidad. Esto genera una desconexión entre nuestra identidad real y la imagen que mostramos a los demás, lo cual es emocionalmente agotador. El esfuerzo por mantener una fachada perfecta no solo impide ser auténtico, sino que también nos hace vulnerables a la crítica y al rechazo.
A largo plazo, vivir para cumplir las expectativas ajenas nos aleja de nuestra verdadera felicidad. Si es tu caso, preguntaté ¿Qué me lleva a aparentar?
• Compararse
Compararse constantemente con los demás fomenta la insatisfacción. Cuando medimos nuestro valor en función de los logros o posesiones de otras personas, siempre encontraremos algo que nos haga sentir inferiores. Las redes sociales agravan este problema, ya que solo muestran las versiones más cuidadas y exitosas de la vida de los demás, distorsionando nuestra percepción. En lugar de vivir bajo el peso de la comparación, es más saludable centrarse en nuestro propio progreso y metas personales que suelen ser las primeras que dejamos de tomar en cuanta cuando no parecen ser suficientes.
• Desear tener lo que no hay
Vivir deseando lo que no tenemos es una receta para la infelicidad. El enfoque constante en lo que nos falta crea un vacío perpetuo, ya que siempre habrá algo más que deseemos. Además, este hábito puede llevarnos a no valorar lo que sí tenemos, alimentando una sensación de insatisfacción crónica. Aprender a apreciar el presente y lo que poseemos ayuda a construir una vida más plena y consciente.
• Elegir lo placentero por encima del disfrute
Cada vez que abrimos Instagram, recibimos una gran cantidad de dopamina, lo mismo cuando nos comemos un helado debido al hambre emocional. Arthur C. Brooks explica que confundir el placer con el disfrute es un error que cometemos y que nos ofrece un pico de bienestar que no se mantiene en el tiempo.
El experto afirma que «el placer te sucede y el disfrute es algo que creas a través de tu propio esfuerzo». El primero es fugaz y sin esfuerzo, mientras que el segundo es más consciente y duradero. La clave está en transformar el placer inmediato en un recuerdo que perdure. Por ejemplo, en lugar de comer un helado sin más, podemos disfrutarlo durante un paseo con nuestra pareja mientras hablamos de planes futuros. O transformar un simple café en una experiencia divertida con nuestra mejor amiga en casa.
Ser conscientes de estos hábitos nos ayuda a entrar en contacto con nosotros y con nuestro propio concepto de felicidad.
Esa que, desde el enfoque transpersonal, se puede entender como un estado de alegría incondicional que surge simplemente por el hecho de existir y reconocer nuestra propia vida. Sin embargo, cada persona, según su nivel de autoconciencia, ha desarrollado su propia idea de lo que significa ser feliz. La felicidad consciente está más relacionada con la integración de una perspectiva más amplia que nos permita ver ambas caras de la situación (la de mi concepto y la de la propia existencia del Ser) y, así, integrarlas.
¿Tienes algún otro hábito que deberíamos tener en consideración? te leemos en los comentarios, mientras tanto, hasta el próximo leencuentro.


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