Como lo comenta el Dalai Lama en el prefacio, la bondad constituye uno de los elementos primordiales para que nuestra vida tenga sentido; es el punto de partida donde fluyen otras grandes cualidades humanas como la honestidad, la generosidad y el perdón.
Como muchas de nosotras sabemos, la trascendencia es un ir más allá de lo que está dado -a nivel de necesidades o a nivel del desarrollo personal o a nivel de los pensamientos o condicionamientos-, en la cual existe un elemento adicional que va acompañando este proceso: la virtud. Acorde al desarrollo de pensamiento aristotélico, la virtud es saber elegir el justo medio, regulado por la recta razón como lo haría un ser prudente. Macintyre (1987) hace referencia que, de manera categórica, la virtud es el intermedio entre los defectos y el exceso, requiriendo entonces el ejercicio deliberativo cuyo propósito es vivir bien.
El poliamor, como lo explicábamos en la columna anterior, se define como “una relación afectiva, sexual e íntima establecida entre tres o más personas con el conocimiento y consentimiento de todos los implicados,” según lo describe el Diccionario del sexo y el erotismo de Félix Rodríguez González. De igual forma vimos que se podían establecer relaciones poliamorosas cerradas, aquellas en las que solo pueden participar los miembros del grupo y las relaciones poliamorosas abiertas, donde los integrantes pueden tener relaciones con personas fuera del grupo.
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Además de dichas diferenciaciones, existen diversas formas de clasificar el poliamor, entre las más comunes se encuentran las siguientes: