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Todos, o la gran mayoría, sabemos que la carencia de vitamina D está asociada con pérdida de densidad ósea que puede conducirnos a osteoporosis y eventualmente, fracturas de nuestros huesos, pero en la actualidad diversos estudios han generado evidencia para pensar que las depresiones cuyo tratamiento no es efectivo suele deberse a la hipovitaminosis D.

Tras el descubrimiento en el 2005 de la existencia de receptores de vitamina D en el cerebro, se sugirió que dicha vitamina podría regular procesos neurofisiológicos asociados con el trastorno depresivo. Estudios como el realizado por Paul Willner, Jørgen Scheel-Krüger y Catherine Belzung, en el 2013[1], han encontrado que los pacientes con depresión suelen secretar más cortisol – la hormona del estrés-, debido a la disminución de la sensibilidad de los receptores de glucocorticoides en el cerebro aunado a la hiperactividad del eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal. Posteriores investigaciones han sugerido que la vitamina D actúa como un antagonista de los glucocorticoides y que ayuda a proteger el hipocampo vulnerable en la desregulación del eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal.

Los efectos benéficos de la vitamina D

La vitamina D solemos obtenerla de alimentos como el pescado azul, la yema de huevo, aceites de hígado de pescado, el aguacate y en los hongos, pero en muchas ocasiones la ingesta de esta vitamina es insuficiente para lograr un nivel óptimo por lo que sugieren realizar baños de sol de 15 minutos con los primeros rayos del Sol. Pese a estas acciones, muchas personas no logran obtener la vitamina D necesaria; la Academia Nacional de Medicina de estados Unidos hace referencia que la ingesta diaria de vitamina D debe ser de 600 a 800 UI.

La universidad israelita, Bar-Ilan, llego a la conclusión que no llegar a estas dosis óptimas representa una mayor susceptibilidad a tener infecciones, aumenta el riesgo de padecer cáncer, diarreas y otras molestias digestivas.

Foto de Polina Tankilevitch en Pexels

Para el caso que nos ocupa, la Universidad de Finlandia Oriental a través de su investigador Tuomas Mikola, llego a la conclusión que complementar la medicación psiquiátrica con suplementos de vitamina D ayuda a aminorar la sintomatología de la depresión, sin importar si se trata de una depresión severa o leve. Aunque aún faltan muchos estudios por hacer, la evidencia hasta ahora apunta a la necesidad de realizar estudios de laboratorio que estadifiquen el nivel de vitamina D en los pacientes diagnosticados y tratados por este padecimiento.

Otras consideraciones sobre la vitamina D

La revista The Lancet, en su número 391, publica la investigación realizada por Andrea Cipriani y colaboradores donde establecen que no se debe esperar que el inicio de los beneficios neurobiológicos de la vitamina D sea significativamente más rápido en comparación a la acción de los antidepresivos ya que los efectos antidepresivos de la vitamina D se basan en respuestas genómicas similares.

Se sabe que los antidepresivos afectan indirectamente los procesos asociados con cambios inherentemente lentos en la expresión génica, como la neurogénesis y la remodelación sináptica. Es necesario tener en cuenta que la mayoría de los antidepresivos estándar suelen tardar aproximadamente dos meses en mostrar beneficios y lograr el efecto tope buscado.

Como siempre, la automedicación también para este caso resulta peligrosa, ya que la vitamina D en sobredosis (a diferencia de otras vitaminas) no se desechan por la orina, se guarda en la grasa corporal y se mantiene ahí lo que también esta relacionado a otros problemas de salud. Consulta a tu médico y psiquiatra para más información.

Hasta el próximo leencuentro.

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[1] https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0149763412002163?via%3Dihub

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