Recomendaciones que inspiran
Reconcíliate con tu infancia

Ulrike Dahm, terapeuta familiar radicada en Munich y autora de este libro, tuvo una vida llena de disciplina, orden y poca intimidad emocional.
(más…)Ulrike Dahm, terapeuta familiar radicada en Munich y autora de este libro, tuvo una vida llena de disciplina, orden y poca intimidad emocional.
(más…)Reflexiones de un Agilista mexicano.
Lamentablemente la pandemia del COVID nos ha alterado a todos, con impactos muy variados que van desde el dejar de hacer ciertas actividades, hasta eventos dramáticos que dejan una huella profunda y afectaciones de por vida, tragedias y sí, me refiero a los dolorosos fallecimientos. El cambio que sin duda estará siempre latente, pero cambios tan abruptos, tan disruptivos, inesperados y con panoramas que en ocasiones son desalentadores, nos perturban y provocan el sentirnos dentro del ojo del huracán o ser parte de la tragedia misma.
En otro momento abordamos porqué era necesario entrar en contacto con nuestro niño o nuestra niña interna y las ventajas que esto conllevaba para el día a día. Hoy hablaremos del otro extremo, cuando el niño interno toma el timón de nuestra vida.
En pocas o en muchas ocasiones hemos sentido que cuando surge un problema nos volvemos demasiado pequeños como para hacerle frente, o cuando alguien nos rechaza sentimos toda una oleada de emociones que nos devuelven a nuestra infancia, e incluso, nos podemos comportar como en ese entonces. Queda claro que lo que aflora en ese momento de nosotros tiene poco que ver con las circunstancias actuales.
Que exista un niño que dirija nuestra vida hace muy difícil que se pueda tomar la responsabilidad de nuestros actos y decisiones, aunque no es la única desventaja. Tener al mando a un niño o a un eterno adolescente tiene otras consecuencias:
(más…)Rocío nos pregunta:
¡Hola! Soy mamá de dos hijos, uno en quinto de Primaria y la otra en primero de Secundaria, tengo jornadas laborales largas. Por las mañanas los dejo en la escuela y me voy a mi oficina, paso por ellos, llegamos a casa, comemos y me sigo trabajando ya en casa. Pareciera que es un trabajo “cómodo” porque puedo estar con ellos por las tardes, pero a veces es muy estresante porque siento que estoy como holograma, porque me ven, saben que estoy ahí, pero no puedo realmente convivir con ellos. Claro, la ventaja es que me puedo organizar para llevarlos a clases por las tardes o a casa de sus amigos cuando tienen trabajo en equipo y bueno “repongo” ese tiempo por las noches. En realidad mis hijos no me reclaman verbalmente nada, pero veo que el chiquito a veces viene a pedirme que juegue con él y en ocasiones no puedo o la grande quiere platicar y yo tengo que postergar nuestra plática para otro momento… en teoría, ellos lo entienden pero veo sus caritas de frustración y se me parte el corazón. Quizá lo más complicado es que no solo necesito mi trabajo, sino que me gusta muchísimo, es decir, no estoy en el discurso de que trabajo porque si no con que comen mis hijos, creo que podría trabajar menos sin que a ellos les faltara lo básico, aunque claro tendrían que prescindir de ciertos gustitos, pero el tema es que sí quiero seguir haciendo lo que hago, pero me da mucha culpa… no sé qué hacer, siento que mis hijos solo estarán un ratito conmigo y se irán, pero en este momento de mi carrera también…¿estoy siendo egoísta? ¿Qué puedo hacer?
(más…)